Diagnosticado con una enfermedad extremadamente grave cuando aún estaba en el vientre de su mamá, Noah Wall desafió a la medicina y a las estadísticas. Hijo de Shelley y Rob Wall, nació con sólo el 2% del cerebro y se enfrentó a las recomendaciones de interrumpir el embarazo. Pero la familia decidió seguir adelante y, siete años después, está vivo y va en contra de las predicciones que indicaban un futuro corto y sin grandes avances.
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Cuando nació, al niño le diagnosticaron espina bífida e hidrocefalia, lo que provocó la acumulación de líquido en su cráneo. Una intervención quirúrgica de urgencia ayudó a aliviar la presión, allanando el camino para que el cerebro comenzara a crecer. En sólo tres años, los escáneres revelaron que el cerebro de Noah se había expandido hasta alcanzar casi el 80% de su tamaño normal.
A sus 7 años, Noah asombra a médicos e investigadores. A pesar de las limitaciones motoras causadas por la espina bífida, ha aprendido a escribir su propio nombre y puede leer frases sencillas. Según su familia, el niño utiliza una tableta con destreza y sigue tratándose con ejercicios que combinan fisioterapia y estímulos cognitivos.
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Gregory Scott, el médico que ha seguido el caso, afirma que el ejemplo del niño demuestra lo mucho que queda por aprender sobre la capacidad del cerebro para reorganizarse y compensar las limitaciones, lo que se conoce como neuroplasticidad.
Aunque sigue paralizado de cintura para abajo, Noah ensaya pequeños movimientos e intenta desafiar sus límites siempre que puede. Para sus padres, cada nuevo logro es la prueba de que la vida de su hijo es un milagro que sólo fue posible gracias a su valentía y su amor incondicional.