Un contrato prenupcial ha generado una ola de indignación internacional al conocerse que contenía una cláusula que penaliza económicamente a la esposa si gana peso durante el matrimonio. Según reveló un abogado especialista en divorcios, el documento estipula que la mujer deberá pagar € 9.000 euros al mes por cada 4,5 kg adicionales que adquiera.
La cláusula fue calificada por el abogado como “la más bizarra que ha visto en su carrera”. El marido justificó su inclusión alegando temor de que su esposa se volviera “menos atractiva” con el tiempo, mientras él aumentaría su riqueza. Esta lógica convierte el matrimonio en un contrato basado en la apariencia y el control, en lugar de una unión de apoyo mutuo.
Aunque los acuerdos prenupciales son legales y comunes para definir la división de bienes y otros aspectos, expertos en derecho familiar advierten que cláusulas que penalizan el aumento de peso generan un profundo debate ético. Para muchos juristas y defensores de la igualdad, este tipo de disposiciones convierten la relación en una transacción utilitaria, donde el afecto queda supeditado a normas financieras y se somete a la mujer a una vigilancia constante sobre su cuerpo.
El abogado que reveló el caso lo calificó como “uno de los contratos más indignantes” que ha visto. En la práctica, una cláusula así podría generar consecuencias psicológicas graves, incluyendo presión emocional, baja autoestima e inseguridad, reflejando un desequilibrio de poder y una falta de respeto a la dignidad humana.
Este caso ha reavivado el debate sobre los límites de los contratos prenupciales: ¿hasta qué punto es legítimo regular aspectos tan íntimos como el cuerpo dentro de un acuerdo legal? Mientras algunos defienden la libertad contractual, otros consideran que estas cláusulas son reflejo de valores machistas, retrógrados y mercantilistas. La polémica plantea una cuestión fundamental: ¿es el matrimonio una expresión de amor o una transacción comercial?
