En un caso que ha estremecido a Rusia y ha tenido eco internacional, Vyacheslav Matrosov, de 38 años, descubrió en 2020 que su mejor amigo, Oleg Sviridov, había abusado sexualmente de su hija de tan solo seis años. La impactante revelación se produjo tras encontrar vídeos incriminatorios en el teléfono móvil de Sviridov, en los que se veía a la menor siendo agredida.
Preso de la ira y la desesperación, Matrosov confrontó al agresor en su casa, lo que desencadenó una violenta pelea. Luego, lo llevó a una zona boscosa remota, donde lo obligó a cavar su propia tumba. Las circunstancias exactas de la muerte de Sviridov siguen siendo objeto de controversia: algunos informes indican que fue apuñalado, mientras que otros apuntan a que fue forzado a suicidarse.
El cuerpo de Sviridov fue hallado días después en el lugar. Matrosov no huyó y se entregó voluntariamente a la policía semanas más tarde. Aunque en un principio fue acusado de homicidio con agravantes, lo que podía acarrearle hasta 15 años de prisión, las pruebas forenses determinaron que las heridas eran autoinfligidas, lo que llevó a una reclasificación del delito como incitación al suicidio.
En 2022, el Tribunal de Krasnoglinsky, en la ciudad de Samara, lo condenó a 18 meses de prisión. Matrosov cumplió un año y fue liberado. La comunidad de Pribrezhnoye, donde reside, lo recibió como un héroe. Se organizaron campañas para financiar su defensa legal y se recogieron 2.500 firmas para pedir su absolución. Figuras públicas, como la ex candidata presidencial Ksenia Sobchak, expresaron su apoyo, reflejando un sentir generalizado entre los padres rusos.
El caso ha reavivado el debate sobre los límites de la justicia, el papel de la venganza y la respuesta individual ante crímenes atroces. Matrosov, ya en libertad, ha sido acogido con afecto por su familia y vecinos, quienes lo ven no como un criminal, sino como un padre que actuó en defensa de su hija.