Rachel Pashley, una madre británica de Brighton, experimentó una transformación radical tras perder 108 kilos, motivada por el deseo de recuperar su salud y ser una madre presente. El detonante de su aumento de peso fue el diagnóstico de cáncer de su hijo menor, Jenson, quien a los dos años fue diagnosticado con neuroblastoma en estadio 4, una forma rara y agresiva de cáncer infantil.
Durante los 18 meses de tratamiento hospitalario de su hijo, Rachel cayó en una espiral de alimentación compulsiva como mecanismo de consuelo. Su dieta diaria incluía grandes cantidades de comida rápida, dulces, pizzas y kebabs, llegando a pesar 196 kg y vestir la talla 32 del Reino Unido. “Comía una barra de chocolate familiar todas las noches después del hospital”, confesó.
En 2021, decidió cambiar su vida e invirtió aproximadamente 12.500 libras (unos 14.600 euros) en una cirugía de bypass gástrico. A partir de entonces, incorporó una rutina de ejercicios cuatro veces por semana y una alimentación equilibrada, superando incluso sus objetivos iniciales de peso.
La transformación fue también emocional. Rachel recuerda cómo un encuentro casual con una excompañera que se había sometido a la misma cirugía le dio el empujón final para tomar la decisión. Sin embargo, el camino no estuvo exento de críticas y comentarios gordofóbicos, tanto en persona como en redes sociales.
Hoy, Rachel celebra no solo su nueva figura, sino la posibilidad de vivir plenamente con sus hijos, Ethan y Jenson, de 13 y 12 años. “Antes no podía subir escaleras, vivía cansada. Ahora vamos a parques, montamos en bicicleta, viajamos. En Disneyland París, pude subirme a todas las atracciones con ellos. Fue maravilloso”, expresó emocionada.
Para ella, el mayor logro no es la pérdida de peso, sino recuperar su vida y su rol como madre activa. “Antes, yo solo existía. Hoy, vivo. Esa es mi mayor conquista”, concluyó.