A los 15 años, Emma Mendelssohn recibió el devastador diagnóstico de hepatitis autoinmune y un pronóstico de apenas una semana de vida. Pasó por un trasplante de hígado de urgencia. Hoy, con 22 años, comparte en redes sociales los desafíos y aprendizajes de convivir con una enfermedad crónica y sin cura.
Emma notó los primeros síntomas en mayo de 2018. Entonces cursaba segundo de bachillerato en la región de la Bahía de San Francisco. Preocupada, envió un correo electrónico a su médico, quien le aconsejó simplemente observar la evolución. El síntoma desapareció con el tiempo, y la joven volvió a centrarse en sus estudios, en el deporte y en los preparativos para el baile de fin de curso. Sin embargo, a finales de octubre, la ictericia reapareció, esta vez acompañada de un cansancio extremo. “Pensé: ‘¿Qué está pasando? Esto no es normal. Esto no está bien’”, contó a la revista People.
Tras unos primeros análisis, fue derivada a urgencias. Allí, los médicos le dieron dos opciones: intentar estabilizar el hígado con medicación o incluirla inmediatamente en la lista de trasplantes. “Me dijeron: ‘Te queda una semana de vida, o te ponemos en la lista de espera para un trasplante’. Y respondí: ‘Las opciones hablan por sí solas. Ponedme en la lista’”, recordó Emma.
Dos días después, recibió un nuevo hígado. El diagnóstico confirmado fue hepatitis autoinmune, una enfermedad en la que el sistema inmunológico ataca el propio hígado. También se le detectó la enfermedad de Hashimoto, otro trastorno autoinmune que afecta la tiroides. Tras la operación, Emma tuvo que reaprender tareas básicas como darse la vuelta en la cama, incorporarse y caminar. “Solo quería salir del hospital. No me importaba tener que volver a aprenderlo todo”, dijo.
En los años posteriores, enfrentó diversas complicaciones, entre ellas problemas en el conducto biliar que ralentizaron su recuperación. Pasaron casi tres años hasta que su cuerpo aceptó completamente el nuevo órgano. Aun así, logró terminar el instituto e ingresar en la Universidad Estatal de Colorado. Todo parecía estable hasta su tercer año de carrera.
Durante las vacaciones de invierno, los síntomas regresaron. Nuevas pruebas revelaron un raro caso de rechazo mediado por el donante, una condición en la que los anticuerpos del órgano trasplantado atacan el cuerpo del receptor. El tratamiento fue un protocolo experimental de inmunoterapia con infusiones semanales y un seguimiento constante para prevenir infecciones.
“Recibía una infusión de dos horas los martes, otra los jueves y una inyección de seis horas después. Me sentía fatal durante dos días y luego volvía a empezar. Si no funcionaba, tendría que enfrentar otro trasplante. Y no quería pasar por eso de nuevo”, relató. Fueron ocho semanas de incertidumbre hasta que los resultados confirmaron que el tratamiento había funcionado.
A pesar de la gravedad, Emma asegura que nunca tuvo miedo de morir. “La primera vez que estuve hospitalizada, ya había aceptado en parte la idea de morir. Así que, en la segunda ocasión, ya conocía ese sentimiento. Estaba en paz con la vida que había llevado”, confesó.
Hoy, Emma utiliza las redes sociales, especialmente TikTok, para compartir su día a día como paciente trasplantada. Con sinceridad y sentido del humor, ha conquistado a miles de seguidores. “No intento ser una inspiración. Solo quiero que la gente conozca la verdad: esto es duro. Y a veces, es feo”.
Actualmente, Emma vive de nuevo en la Bahía de San Francisco, sigue estudiando y continúa con su tratamiento. “La hepatitis autoinmune no tiene cura. Es algo con lo que voy a convivir toda la vida. La gente se toma todo demasiado en serio. A veces, las cosas simplemente no son tan importantes”, concluye.