La nueva administración de Donald Trump ha marcado un giro radical en la política exterior estadounidense. En apenas tres meses, Washington ha dejado claro que Europa deberá asumir mayor responsabilidad en su propia defensa frente a la amenaza rusa.
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Este cambio histórico pone fin a ocho décadas de protección militar estadounidense. Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, el continente europeo podría tener que enfrentar solo a un adversario como Rusia.
“Durante 80 años, los europeos han vivido como si la paz fuera gratuita”, explica Roberto Cingolani, CEO del gigante de defensa Leonardo y exministro italiano. “La invasión de Ucrania nos ha despertado a una nueva realidad: la paz requiere defensa activa”.
Los miembros europeos de la OTAN han iniciado una carrera contrarreloj para fortificar sus capacidades militares. Aunque el potencial existe, transformar presupuestos en capacidad operativa real llevará tiempo.
El desafío del rearme europeo
Reino Unido, Francia y Alemania han incrementado significativamente su gasto militar en los últimos años. Sin embargo, décadas de reducción de tropas y equipamiento tras la Guerra Fría han dejado importantes vacíos.
Un reciente análisis del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos fue contundente: “La guerra en Ucrania ha expuesto dolorosamente las deficiencias actuales de los países europeos”. El alto desgaste de material en este conflicto demuestra las carencias en producción de armamento.
Los países más cercanos a Rusia avanzan con mayor urgencia. Polonia es elogiada por Washington como “un aliado modelo” debido a sus inversiones defensivas. No obstante, este impulso polaco responde más a su histórica tensión con Moscú que a las presiones de Trump.
La retirada estadounidense y sus implicaciones
Estados Unidos mantiene actualmente unos 80.000 efectivos en Europa, cifra muy inferior a los casi 500.000 del apogeo de la Guerra Fría. Estas fuerzas cumplen funciones esenciales: defensa avanzada, entrenamiento de aliados y gestión de ojivas nucleares.
La administración Trump ha expresado claramente su intención de reorientar recursos hacia el Mar de China Meridional. Esta postura amenaza con reducir la presencia militar estadounidense en bases clave de Alemania, Italia y Polonia.
El Centro para el Análisis de Políticas Europeas describe estas instalaciones como “una base crucial para las operaciones de la OTAN, la disuasión regional y la proyección de poder global”. Su reducción tendría profundas implicaciones estratégicas.
La cuestión nuclear: el talón de Aquiles europeo
El elemento disuasorio más poderoso contra Rusia sigue siendo el arsenal nuclear. Durante las primeras fases de la guerra en Ucrania, Putin agitó repetidamente la amenaza nuclear, generando alarma internacional.
Aunque esta retórica ha disminuido con el estancamiento del conflicto, Europa enfrenta aquí su mayor vulnerabilidad. Reino Unido y Francia, únicos países europeos con armas nucleares, poseen apenas una décima parte del arsenal ruso.
La disuasión nuclear europea depende críticamente de Estados Unidos, cuyo arsenal iguala al ruso. Decenas de ojivas estadounidenses están desplegadas en bases europeas, pero su permanencia ahora es incierta.
Los próximos meses serán decisivos para determinar si Europa puede desarrollar la autonomía defensiva necesaria para enfrentar los desafíos de un orden internacional en transformación.