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Empleado coloca laxantes en su comida para atrapar al ladrón de la oficina

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Un empleado de oficina, harto de que sus almuerzos desaparecieran misteriosamente de la nevera común, decidió tomar medidas drásticas para identificar al culpable. En lugar de acudir a recursos humanos o hacer una denuncia formal, optó por una estrategia poco convencional: adulteró sus propios alimentos con laxantes y colocó un cartel en la puerta del refrigerador advirtiendo que algunos productos contenían el purgante y solo él sabía cuáles. El mensaje terminaba con la frase: “¡Que comiencen los juegos!”, en alusión a la saga cinematográfica “Saw”.

La acción, que se volvió viral en redes sociales, generó una mezcla de risa, tensión y crítica. Mientras algunos compañeros evitaron la nevera por completo, otros cuestionaron la ética del método. La historia traspasó las paredes del lugar de trabajo y fue reportada por medios internacionales, que describieron al protagonista como un “trabajador de oficina” que recurrió a esta táctica para desenmascarar al colega ladrón.

Expertos en comportamiento laboral advierten que, aunque creativa, esta medida puede resultar contraproducente. Puede generar un ambiente de desconfianza permanente, dañar la imagen profesional del implicado e incluso provocar represalias. Recomiendan soluciones más formales como etiquetar la comida, usar neveras con candado o informar al departamento de recursos humanos.

Este insólito episodio sirve como recordatorio de cómo pequeños actos, como robar comida, pueden escalar rápidamente y afectar la convivencia en el entorno laboral. Aunque algunos lo vean como una broma o justicia poética, plantea una cuestión importante: ¿hasta qué punto es aceptable responder al abuso con venganza?

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