Wang Enlin, un agricultor de la provincia de Heilongjiang (China), se convirtió en un símbolo de lucha y perseverancia tras dedicar 16 años a estudiar leyes por su cuenta para enfrentarse a una poderosa empresa química estatal. Todo comenzó cuando su aldea y sus campos fueron contaminados por residuos tóxicos vertidos por la empresa Qihua Group entre 2001 y 2016, lo que destruyó cosechas, contaminó el agua potable y afectó gravemente la vida de los habitantes.
Con solo tres años de educación formal, Wang no sabía por dónde empezar. Sin embargo, intercambió sacos de maíz —su única posesión de valor— por el permiso para copiar a mano libros de derecho. En sus ratos libres, entre tareas agrícolas, se formó autodidácticamente en leyes ambientales y agrarias.
A lo largo de los años, Wang no solo acumuló conocimientos legales, sino que movilizó a sus vecinos, recogió pruebas, documentó la destrucción y buscó apoyo jurídico. En 2007, el “Centro de Asistencia Jurídica a las Víctimas de la Contaminación” se unió a la causa, y en 2015 el caso llegó finalmente a los tribunales.
En 2017, la corte local falló a favor de Wang y su comunidad: reconoció la contaminación, ordenó a la empresa retirar los residuos tóxicos y concedió una indemnización colectiva. Aunque no se ha especificado el monto, se estima que el valor podría rondar los cientos de miles de yuanes, lo que equivaldría a decenas de miles de euros.
La historia de Wang Enlin demuestra que la justicia puede prevalecer incluso frente a grandes intereses económicos. Su ejemplo ha trascendido fronteras como un emblema de resistencia ambiental y empoderamiento ciudadano. Su lucha no solo logró una victoria legal, sino que también inspiró a comunidades vulnerables a creer que el cambio es posible, incluso desde las circunstancias más humildes.


