
Nicolás Maduro levanta una espada durante un acto militar en Caracas en respuesta al aumento de la presión estadounidense. (Foto: Instagram)
La reciente escalada militar liderada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha elevado la tensión en América Latina, con Venezuela como principal objetivo. Bajo el pretexto de combatir el “narcoterrorismo”, Washington ha incrementado su presencia militar en la región, desplegando una poderosa flota naval, incluyendo el portaaviones USS Gerald R. Ford y el submarino nuclear USS Newport News, además de cazas F-35 y tropas de marines en Puerto Rico.
Este movimiento se produce tras la clasificación del cartel de Los Soles, supuestamente dirigido por el presidente venezolano Nicolás Maduro, como organización terrorista internacional por parte de Estados Unidos. Esta designación allana el camino para justificar acciones militares en otros países, en este caso, contra Venezuela.
El pasado 29 de noviembre, Trump anunció el cierre unilateral del espacio aéreo venezolano a compañías, pilotos y presuntos traficantes, una medida que, según analistas, podría anticipar una intervención directa. Además, se han registrado al menos 22 bombardeos a embarcaciones en el Caribe y el Pacífico, bajo la acusación de vínculos con el narcotráfico, aunque sin pruebas presentadas públicamente.
La operación militar, denominada “Lanza del Sur”, aún no ha sido oficialmente activada, pero su planificación evidencia la disposición de Trump a aumentar la presión sobre el gobierno chavista. A pesar de la ofensiva, el mandatario estadounidense afirmó haber mantenido una conversación con Maduro, sin revelar detalles. Medios estadounidenses sugieren que Trump ofreció al líder venezolano y a sus allegados la posibilidad de abandonar el país antes de una posible intervención.
Desde Caracas, Maduro niega cualquier contacto oficial y acusa a Trump de utilizar la lucha contra el narcotráfico como excusa para apropiarse de las reservas petroleras venezolanas, una de las más grandes del mundo. La situación mantiene a Venezuela en estado de máxima alerta, mientras la comunidad internacional observa con preocupación el desarrollo de los acontecimientos en la región.


