Durante décadas, se ha difundido la creencia de que dormir ocho horas por noche es esencial para una buena salud. Sin embargo, investigaciones recientes en biología evolutiva, medicina del sueño y epidemiología cuestionan esta idea, apuntando a que siete horas de sueño podrían ser más adecuadas para la mayoría de los adultos.
Estudios realizados con poblaciones que viven sin acceso a electricidad, como los analizados por el biólogo de Harvard Daniel E. Lieberman, revelan patrones de sueño naturales de entre seis y siete horas por noche, sin siestas diurnas. Lieberman vincula la regla de las ocho horas a la Revolución Industrial, cuando se impusieron horarios laborales rígidos y se introdujo la luz artificial, alterando los ritmos circadianos naturales.
Rebecca Robbins, experta en sueño, añade que la popularización de las ocho horas se debe más a su simplicidad que a evidencia científica. Instituciones como la Academia Americana de Medicina del Sueño y la Mayo Clinic respaldan la recomendación de dormir al menos siete horas por noche, ampliable a nueve en casos como el embarazo o la recuperación de enfermedades.
Los datos muestran que tanto dormir menos de siete horas como exceder las nueve se asocia con un mayor riesgo de enfermedades cardíacas, trastornos metabólicos y envejecimiento prematuro. Por ello, los expertos subrayan que no solo importa la cantidad de sueño, sino también su calidad. Mantener horarios regulares, evitar la cafeína, controlar la luz y crear un ambiente adecuado son claves para un descanso reparador.
En definitiva, adaptar el sueño a las necesidades individuales y abandonar la presión de alcanzar las ocho horas puede ayudar a reducir la ansiedad y fomentar una relación más saludable con el descanso.


