El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha generado una nueva polémica al ordenar que el muro en la frontera con México sea pintado de color negro. La medida, anunciada por la secretaria de Seguridad Interna, Kristi Noem, pretende dificultar físicamente el ascenso de inmigrantes ilegales aprovechando las altas temperaturas de la región. Según Noem, el color negro fue elegido por su capacidad de absorber más calor solar, lo que haría que la superficie del muro se calentase tanto que resultara dolorosa o incluso imposible de tocar o escalar durante el día.
La secretaria viajó personalmente a Nuevo México el 19 de agosto para presentar la iniciativa y participó simbólicamente en la pintura del muro. Afirmó que la idea provino directamente de Trump, quien continúa impulsando medidas físicas para frenar la inmigración ilegal.
No obstante, la eficacia de esta estrategia ha sido ampliamente cuestionada por expertos. Señalan que el uso de guantes podría neutralizar fácilmente el efecto del calor, y que muchas travesías ilegales se realizan de noche, cuando las temperaturas descienden y el muro se enfría, haciendo irrelevante el color negro. Por ello, diversos analistas consideran que la medida tiene más valor simbólico que práctico.
En paralelo, Trump ha utilizado su red social, Truth Social, para compartir datos que, según él, evidencian el éxito de sus políticas migratorias. Afirmó que en julio no se produjeron liberaciones de inmigrantes ilegales y que el número total de encuentros con estos fue inferior a 25.000, la cifra más baja registrada hasta la fecha. Felicitó a la patrulla fronteriza de Texas por este resultado, interpretándolo como una señal de que la presión migratoria está disminuyendo.
Esta decisión de pintar el muro de negro ha reavivado el debate sobre las estrategias de seguridad en la frontera sur de Estados Unidos y el uso de medidas controvertidas para abordar el fenómeno migratorio. Mientras algunos la ven como una táctica creativa, otros la critican por ineficaz y motivada políticamente.