
Un árbol de Navidad esplendorosamente decorado ilumina un salón familiar en plena temporada navideña. (Foto: Instagram)
La tradición de decorar árboles durante la Navidad tiene raíces que se remontan a tiempos paganos en Europa, especialmente en Alemania del siglo VIII. En aquella época, el árbol —particularmente el pino, que permanecía verde incluso en los inviernos más duros— era considerado símbolo de prosperidad y fertilidad. Las antiguas tribus germánicas rendían culto a Thor, el dios del trueno, y realizaban sacrificios humanos junto a un roble sagrado.
La historia da un giro con la intervención de San Bonifacio, un obispo cristiano que, al presenciar estos rituales, cortó el roble con un hacha. En el lugar donde cayó el árbol sagrado, quedó en pie un pino, que fue interpretado como símbolo de vida eterna y posteriormente adoptado por el cristianismo.
Con el paso del tiempo, la costumbre de decorar árboles se extendió por toda Europa, especialmente en el siglo XVIII, incorporando elementos cristianos como las luces y la estrella de Belén en la cima. Aunque su origen es pagano, el árbol de Navidad fue resignificado por los cristianos para recordar el nacimiento de Jesús.
Según la teóloga Denise Santana, el árbol de Navidad debe ser montado el primer domingo de Adviento —en 2025, el 30 de noviembre— y desmontado el 6 de enero, siguiendo el calendario litúrgico de la Iglesia Católica. Santana también destaca que decorar el árbol en familia simboliza amor, esperanza, fe y unión, además de ser una oportunidad para transmitir la historia del cristianismo a las nuevas generaciones.
Actualmente, el árbol de Navidad representa un símbolo de afectividad religiosa que une a las familias en torno a la celebración del nacimiento de Jesús, reforzando valores espirituales y culturales que trascienden generaciones.


