
La primera ministra japonesa Sanae Takaichi durante su comparecencia en el Parlamento en Tokio. (Foto: Instagram)
En un nuevo episodio de las crecientes tensiones entre Japón y China, la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, declaró el miércoles 17 de diciembre que su país mantiene la disposición al diálogo abierto con el gobierno chino, a pesar de las recientes fricciones diplomáticas por la situación en Taiwán.
Durante una rueda de prensa, Takaichi afirmó que “la comunicación es importante precisamente porque existen cuestiones y desafíos pendientes”, subrayando que Japón “permanece siempre abierto al diálogo con China”. Esta declaración se produce después de semanas de tensión, especialmente tras los comentarios de la mandataria japonesa en noviembre, cuando advirtió que Tokio respondería militarmente si China avanzaba sobre Taiwán.
Las palabras de Takaichi generaron una fuerte reacción en Pekín, cuyo Ministerio de Asuntos Exteriores exigió que se retiraran dichas declaraciones. En el Parlamento japonés, la primera ministra defendió su postura, señalando que un bloqueo naval chino a Taiwán podría suponer una amenaza directa a la seguridad de Japón, obligando al país a actuar en defensa propia.
A pesar de las tensiones, Takaichi ha matizado que sus declaraciones no alteran la postura histórica del gobierno japonés. Según el diario Asahi Shimbun, la líder japonesa remarcó que “China es una vecina importante” y que es necesario construir una relación “constructiva y estable”.
Mientras tanto, China no ha ofrecido una respuesta oficial a las últimas declaraciones de Takaichi, aunque continúa oponiéndose firmemente a la independencia de Taiwán. Además, el Ministerio de Asuntos Exteriores chino criticó duramente la reciente decisión de Estados Unidos de vender armamento avanzado a Taiwán por un valor de 11.100 millones de dólares (aproximadamente 10.300 millones de euros), el mayor paquete militar destinado a la isla hasta la fecha.
Taiwán, una isla con gobierno propio, es considerada por Pekín como parte de su territorio, rechazando cualquier reconocimiento de independencia. La situación ha elevado la tensión en la región, con Estados Unidos —bajo el liderazgo del presidente Donald Trump— jugando un papel clave en el equilibrio geoestratégico del este asiático.


