
Kast y Jara se enfrentan en el segundo turno de unas elecciones cruciales para el futuro político de Chile. (Foto: Instagram)
Este domingo, Chile celebra el segundo turno de las elecciones presidenciales más polarizadas desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet. El ultraderechista José Antonio Kast, apodado el “Bolsonaro chileno”, parte como favorito frente a la candidata comunista Jeannette Jara, quien intenta revertir la ventaja obtenida por su rival tras la primera vuelta.
Las encuestas otorgan a Kast entre un 55% y 60% de intención de voto. Su campaña se ha centrado en la seguridad pública, proponiendo medidas como el despliegue de militares en barrios conflictivos, la construcción de muros en la frontera y la creación de una fuerza especial para deportar migrantes irregulares. Por su parte, Jara apuesta por reforzar las políticas sociales, combatir el crimen organizado mediante inteligencia policial y prevención, y evitar la militarización.
La recta final de la campaña ha estado marcada por el debate sobre la relación de Kast con el régimen de Pinochet. En un reciente debate televisado, Kast propuso revisar las penas de militares condenados por violaciones de derechos humanos, lo que provocó fuertes críticas de organismos internacionales.
A sus 59 años, Kast representa la candidatura más derechista desde la redemocratización del país. Jara, de 51 años, cerró su campaña en Santiago apelando al electorado moderado, prometiendo estabilidad, reformas responsables y seguridad sin represión.
Ambos candidatos obtuvieron alrededor del 25% de los votos en la primera vuelta. Sin embargo, Kast logró unir a gran parte de la derecha, recibiendo el respaldo de figuras como Johannes Kaiser y Evelyn Matthei. Jara, aunque lideró inicialmente, enfrenta una situación difícil, con un Congreso fragmentado y una derecha fortalecida.
El próximo presidente asumirá en marzo de 2026 y deberá gobernar con un Parlamento dividido, lo que obligará a pactos con el centro político y limitará la implementación de reformas radicales.
La elección definirá el rumbo político del país entre dos modelos antagónicos: uno conservador y de mano dura, y otro progresista y social.


