Mauro Morandi, un italiano que se convirtió en símbolo de aislamiento voluntario, pasó más de tres décadas viviendo solo en la isla de Budelli, en el archipiélago de La Maddalena, en Cerdeña. Su historia comenzó a finales de los años 80, cuando una avería en su catamarán interrumpió su viaje hacia el Pacífico. Fue entonces cuando el destino lo llevó a Budelli, un paraíso natural famoso por su Playa Rosa y aguas cristalinas.
Encantado con el entorno, Morandi conoció al entonces guardián de la isla, próximo a jubilarse. Aprovechó la oportunidad, vendió su embarcación y asumió el papel de cuidador. Desde entonces, vivió en un refugio militar de la Segunda Guerra Mundial, adaptado de forma modesta, sin electricidad convencional y con contacto esporádico con el continente.
Durante más de 30 años, Morandi se dedicó a proteger la isla: recogía basura arrastrada por el mar, vigilaba las rutas naturales y recibía ocasionalmente a turistas. Su estilo de vida, marcado por el desapego y la conexión con la naturaleza, atrajo la atención de medios internacionales. Fue apodado “el ermitaño de Budelli” y compartió su experiencia en entrevistas, en las que destacaba el valor del silencio y la soledad.
En 2021, el parque nacional que gestiona el archipiélago ordenó su salida de Budelli. Morandi se trasladó entonces a la isla de La Maddalena, donde vivió más discretamente. Falleció en 2025 a los 85 años, dejando un legado de introspección y respeto por la naturaleza. Su historia sigue inspirando a quienes buscan una vida más sencilla y en armonía con el entorno.


