Kristina, una madre estadounidense, enfrentó una difícil decisión durante su embarazo cuando, en la ecografía de las 20 semanas, los médicos detectaron que su bebé tenía una fisura en el labio y posiblemente en el paladar. Le ofrecieron la opción de interrumpir el embarazo, pero ella decidió seguir adelante, a pesar del impacto emocional que supuso recibir la noticia de forma abrupta.
La condición, conocida como fisura labiopalatina, afecta a aproximadamente uno de cada 1.600 nacimientos en Estados Unidos, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Kristina expresó que el momento fue especialmente duro por la forma poco empática en la que los profesionales comunicaron el diagnóstico.
Su hijo, Benji, nació con la malformación y tuvo que ser alimentado mediante un tubo nasogástrico durante su primer mes de vida. Antes de cumplir un año, fue sometido a dos cirugías reconstructivas. La recuperación fue complicada, incluyendo semanas sin poder ingerir leche, lo que resultó devastador para la familia. Sin embargo, el primer nuevo sonrisa de Benji tras la cirugía fue un momento profundamente emotivo.
Kristina destacó lo especial que fue ver los dos sonrisas de su hijo —el de antes y el de después de la operación— y cómo cada uno representa una parte importante de su historia. Hoy, Benji es un niño saludable, activo y comunicativo. Su paladar está completamente curado, su habla mejora constantemente y mantiene su carácter alegre, lo que llena de orgullo a sus padres.
Este testimonio es un ejemplo de resiliencia familiar y de cómo el amor y la determinación pueden superar incluso los desafíos médicos más complejos.
