Lo que debía ser un día de descanso terminó en tragedia para Hannah Roper, una joven de 24 años de Stoke-on-Trent, Inglaterra. Después de compartir una botella de vino rosado con una amiga, confundió la puerta del baño con la del sótano en la casa del novio de su amiga y cayó por las escaleras. El accidente, ocurrido en octubre del año pasado, le provocó una grave lesión cerebral que obligó a los médicos a remover parte del lado izquierdo de su cráneo para salvarle la vida.
Hannah fue encontrada inconsciente, sangrando por la nariz y el oído. Fue trasladada de urgencia al Hospital Universitario Royal Stoke, donde se le detectó una hemorragia cerebral. Cuatro días después, los médicos informaron a su madre que debía ser operada de inmediato o no sobreviviría la noche. Durante la cirugía, se le extrajo una parte del cráneo para aliviar la presión y el hinchazón en el cerebro. Posteriormente, llevó un casco protector durante cinco meses hasta que se le implantó una placa de metal permanente.
La joven relató que una vidente le había advertido meses antes sobre tener cuidado si visitaba la ciudad de Fenton, cercana a Stoke-on-Trent, y que vigilara su bebida. Curiosamente, el accidente ocurrió cuando finalmente decidió ir.
A pesar de no sufrir secuelas cerebrales permanentes, Hannah experimenta fatiga y mareos frecuentes. Durante su recuperación, decidió raparse la cabeza antes de la segunda cirugía y convirtió el gesto en una campaña benéfica, logrando recaudar más de 2.300 euros para la organización Headway, que apoya a personas con lesiones cerebrales.
Hannah concluye que, aunque sufre algunas molestias, el hecho de estar viva ya es su mayor logro. Su historia sirve como advertencia sobre los peligros del consumo excesivo de alcohol y los accidentes domésticos.
