Leeanna, una madre británica de 35 años residente en Sheffield, vivió una experiencia traumática al dar a luz a su séptimo hijo, Caiden, en junio de 2019. Desde el cuarto mes de embarazo, notó que algo no estaba bien: el bebé apenas se movía. Aunque las pruebas médicas no revelaron anomalías, su preocupación persistió hasta el parto, que tuvo lugar a las 32 semanas de gestación.
El nacimiento fue silencioso, lo que inmediatamente alertó a Leeanna. Caiden nació con la piel completamente roja y cubierta por una membrana gruesa y cerosa, con los párpados al revés y las manos cerradas. Fue diagnosticado con ictiosis congénita (CIE), una rara enfermedad genética que provoca un crecimiento excesivo de la piel, dificultando la regulación de la temperatura corporal y aumentando el riesgo de infecciones y deshidratación.
Durante las primeras semanas, Leeanna no pudo sostener a su hijo sin guantes debido a la fragilidad de su piel. Tras tres semanas en cuidados intensivos, Caiden fue dado de alta, pero la vida familiar cambió radicalmente. Requiere cremas cada dos horas, baños prolongados y medicación constante. Cualquier daño en la piel le causa un dolor intenso.
A los cuatro meses, Caiden contrajo meningitis, lo que puso su vida en grave peligro. A pesar del pronóstico reservado, logró sobrevivir, ganándose el apodo de “pequeño guerrero” por parte de su madre. Hoy, con seis años, enfrenta desafíos continuos: problemas de audición y visión, ausencia de huellas dactilares y una extrema sensibilidad a las temperaturas. Un simple resfriado puede hacerle perder varias capas de piel.
Sin embargo, Caiden mantiene una actitud positiva. Le encantan los columpios, las motos y Peppa Pig. Su madre lo describe como un niño alegre y lleno de vida que inspira a todos a su alrededor. A pesar del dolor y las dificultades, Leeanna encuentra fuerza en la sonrisa de su hijo, quien se ha convertido en su mayor fuente de orgullo.
