Laura Schaeffer, una estadounidense de 34 años, vivió más de una década enfrentando síntomas físicos debilitantes sin obtener un diagnóstico claro. Todo comenzó en 2012, cuando se mudó a una casa centenaria en Pensilvania. Desde entonces, experimentó una serie de síntomas como fatiga extrema, infecciones recurrentes, dolores abdominales, problemas neurológicos y sangrado rectal, entre otros. A pesar de consultar a múltiples especialistas y someterse a una batería de pruebas médicas —incluyendo colonoscopias, resonancias magnéticas y hasta una histerectomía—, los médicos no lograban identificar la causa de su deteriorada salud.
Fue recién en 2024 cuando un médico funcional sugirió una posible intoxicación por moho, una hipótesis que nunca antes había sido considerada. Las pruebas confirmaron niveles muy elevados de micotoxinas en su organismo. Schaeffer recordó que sus síntomas se intensificaban cuando pasaba tiempo en su antigua casa o en el granero de su finca, ambos con posible presencia de moho.
Según el doctor Ehsan Ali, la intoxicación por moho puede imitar muchas enfermedades y suele pasar desapercibida en exámenes médicos tradicionales. Esta condición, aunque poco diagnosticada, puede tener efectos devastadores si no se detecta a tiempo.
Tras el diagnóstico, Schaeffer implementó cambios drásticos en su estilo de vida: evitó ambientes contaminados, instaló purificadores de aire y deshumidificadores, y adoptó una dieta basada en productos naturales. En solo tres meses, experimentó una mejora significativa, sin nuevos episodios de sangrado y con una notable recuperación de su energía.
Ahora, Laura utiliza sus redes sociales para compartir su historia y concienciar sobre los peligros del moho. Insta a quienes padecen síntomas crónicos sin explicación a considerar factores ambientales. “Perdí más de una década de mi vida por esto, pero estoy recuperándome y espero que mi experiencia sirva de advertencia a otros”, declaró.