En 2014, Priscilla Morse, una mujer del estado de Tennessee (EE. UU.), vio en Facebook la imagen de un niño búlgaro en condiciones extremas de desnutrición y abandono. El pequeño, de siete años pero con el tamaño corporal de un bebé, vivía en un orfanato en Bulgaria y sufría múltiples problemas de salud. Conmovida, Priscilla decidió adoptarlo junto a su marido David, con quien ya tenía tres hijos biológicos y una hija adoptiva con síndrome de Down.
A finales de 2015, la pareja viajó a Bulgaria para conocer al niño, que luego sería llamado Ryan. Priscilla recuerda que su estado era tan crítico que parecía un esqueleto viviente, y necesitó varias visitas al orfanato para asimilar su situación. Ya en Estados Unidos, los médicos quedaron sorprendidos de que Ryan aún estuviera vivo.
Con cuidados intensivos, Ryan comenzó a alimentarse por sonda, ganó peso y fue sometido a cirugías para corregir deformidades en los pies y la columna. Actualmente, con 16 años, ha logrado sentarse solo, apoyarse de rodillas y mejorar su capacidad de comunicación. Aunque probablemente nunca camine por sí mismo debido a la parálisis cerebral severa, ha alcanzado un mayor grado de independencia física.
Priscilla afirma que la experiencia ha transformado no solo la vida de Ryan, sino también la de toda su familia. Para ella, adoptar a niños con necesidades especiales es una forma de darles voz y dignidad. “No importa lo que tengas, sino las personas. Las cosas son pasajeras, pero salvar la vida de alguien es lo que realmente importa. Todo el mundo merece tener una familia”, concluye.