Jake Schmitt, un guía de caza estadounidense, vivió una experiencia extrema el pasado 20 de julio mientras exploraba las montañas Uinta, en Utah, en busca de ciervos. Su vehículo utilitario (UTV) perdió el control y cayó por un precipicio, dejándole múltiples fracturas en las piernas, tobillos y costillas. Incapaz de caminar, Schmitt tuvo que arrastrarse por un terreno remoto durante 11 horas, guiado únicamente por la luz LED del collar de su perro, Buddy.
El accidente ocurrió cuando Schmitt intentaba subir una colina y el terreno cedió. Fue expulsado por el parabrisas, mientras que Buddy, que iba en el asiento trasero, salió ileso. A pesar del dolor, Schmitt improvisó una férula con restos del vehículo y comenzó a desplazarse a rastras. La presencia de Buddy fue crucial no solo como guía, sino también como apoyo emocional. “Sin él, me habría derrumbado mental y físicamente”, declaró Schmitt.
No era la primera vez que Buddy salvaba a su dueño. Dos años antes, mientras Schmitt trabajaba en una zona aislada, el perro ahuyentó a un oso que se acercaba a escasos metros. En esta ocasión, tras horas de sufrimiento, Schmitt logró alcanzar su camión y condujo durante 20 minutos hasta un restaurante local, donde una camarera alertó a los servicios de emergencia al ver su estado.
Fue trasladado al Hospital de Park City, donde recibió atención médica. Una campaña en línea ha recaudado más de 26.800 euros (29.000 dólares) para cubrir sus gastos médicos. A pesar de las heridas, Schmitt no renuncia a su estilo de vida: “Volveré absolutamente a las actividades al aire libre”, afirmó.
Este relato de supervivencia destaca el vínculo inquebrantable entre humanos y animales, y cómo un perro puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte en situaciones extremas.