Aleshia Rogers, técnica en educación infantil de Nebraska (EE.UU.), vivió una experiencia médica extrema tras dar a luz a su tercer hijo mediante cesárea de emergencia. Tres semanas después del parto, comenzó a tomar ibuprofeno de forma regular para aliviar el dolor postoperatorio. Sin embargo, pronto desarrolló síntomas alarmantes como hinchazón facial, erupciones cutáneas y ardor al tragar.
A pesar de buscar atención médica, se le indicó que continuara con la medicación. Su estado se deterioró rápidamente: su rostro se cubrió de ampollas severas, la piel comenzó a desprenderse en capas, y quedó irreconocible. Fue diagnosticada con el síndrome de Stevens-Johnson (SJS), una reacción inmunológica rara y grave provocada por medicamentos. Su condición evolucionó a Necrólisis Epidérmica Tóxica (NET), una forma letal del SJS que provocó la pérdida del 90% al 95% de su piel, lo que derivó en sepsis y fallo multiorgánico. Los médicos estimaron sus posibilidades de supervivencia entre un 5% y un 10%.
Durante su hospitalización, Aleshia fue inducida a un coma y sometida a múltiples procedimientos, incluidos injertos de piel y un trasplante de membrana amniótica en los ojos. Al despertar un mes después, no recordaba nada de lo ocurrido, ni siquiera el nacimiento de su hijo. A día de hoy, continúa enfrentando secuelas físicas y psicológicas, además del temor constante a una recaída.
Aleshia ha decidido compartir su historia para concienciar al público sobre los posibles efectos adversos, aunque poco frecuentes, de medicamentos de uso común como el ibuprofeno. “No quiero que la gente tenga miedo a los medicamentos, pero sí que estén atentos a lo que puede pasar”, declaró.
Su caso pone en evidencia la importancia de reconocer rápidamente los signos de reacciones medicamentosas graves y buscar atención médica especializada de inmediato.