Kelly Hubbell, una madre estadounidense, ha generado debate tras decidir regresar sola a casa cinco días antes de finalizar las vacaciones familiares. En lugar de descanso, las vacaciones le supusieron una carga física y mental agotadora: cuidar de tres hijos pequeños, lidiar con largas horas de viaje (cinco horas de vuelo, dos en coche y una en ferry) y asistir a reuniones familiares exigentes, como un churrasco de seis horas cerca de un lago peligroso.
Cada verano, Kelly y su familia pasan unas semanas en la casa de campo de los padres de su marido, un lugar idílico pero que, con el paso del tiempo, se ha convertido en un reto logístico y emocional. Este año, además, ella estaba enferma y su hijo menor había aprendido a escapar del parque de juegos, lo que aumentó su nivel de estrés.
Cansada hasta el límite, Kelly tomó la decisión de marcharse antes de tiempo. “Sin excusas. Sin arrepentimientos”, explicó. Aunque su decisión sorprendió a la familia y provocó comentarios y la decepción de su marido, ella afirma que necesitaba proteger su bienestar. En su reflexión, destaca cómo la culpa materna a menudo impide a las mujeres priorizarse, incluso cuando su salud mental y física está en juego.
Kelly defiende que las madres deben cuidarse a sí mismas para poder cuidar de los demás. “Cuando tú prosperas, descansada y bien apoyada, tu familia también prospera. Todos ganan cuando las madres ganan”, concluye. Su historia ha resonado entre muchas madres que se sienten identificadas con la presión constante y la falta de descanso durante las vacaciones familiares.