Rafael Panarello, anteriormente conocido como Raika, Miss Trans Brasil 2013 y finalista de Miss Trans Universo en 2014, anunció su decisión de abandonar la identidad de género femenina e iniciar un proceso de des-transición tras una experiencia espiritual que, según él, cambió completamente su vida. A sus seguidores les dijo: “Jesús me liberó”.
El cambio comenzó tras un viaje a Tailandia, donde iba a someterse a una cirugía de reasignación de sexo como parte del premio del concurso internacional. Fue allí donde, según cuenta, tuvo una experiencia sobrenatural. “Oí la voz del Señor: ‘No te vas a operar, yo te hice hombre’”, contó en las redes sociales. Tras el episodio, Rafael renunció al procedimiento, comenzó a retirarse las prótesis mamarias y pasó a vivir de acuerdo con su identidad biológica.
En su trayectoria, Rafael explicó que enfrentó crisis de identidad y abusos durante la infancia, lo que lo llevó a buscar en la transición de género una forma de llenado emocional. “Viví muchos años en conflicto. Hoy estoy en paz conmigo mismo”, declaró. En Instagram, también afirmó: “En mi cabeza pensaba que era mujer, que Dios se había equivocado. Pero el Señor no se equivoca, es el hombre el que distorsiona, el que deshace la obra perfecta del Señor”.
El proceso de conversión tuvo lugar durante un período en el que se dedicaba a la prostitución en Europa. “Acababa de estar con siete hombres. Levanté las manos y dije: ‘Dios, si existes, ¡rescátame de aquí!’”, reveló. De vuelta en Brasil durante la pandemia, Rafael afirma haber experimentado una transformación espiritual: “Fue el Espíritu Santo mismo quien me convenció de mis pecados y decidí negarme a mí mismo y vivir para Dios”.
Actualmente, Rafael está llevando a cabo una campaña de recaudación de fondos para retirar las prótesis de glúteos y continuar con el proceso de destransición. En medio de las críticas y los ataques que ha recibido, mantiene su decisión basada en la fe. “Me están masacrando en Internet, es señal de que Dios está trabajando”, comentó.
Con planes de formar una familia y ayudar a otras personas que enfrentan conflictos similares, concluye: “Cuando miro mi cuerpo, veo las marcas del pecado, ¡pero también veo el valor para comenzar de nuevo mi vida con Dios! El amor de Jesús por mí no tiene dimensión”.