Pasaron cuatro décadas hasta que se supo la verdad: la policía desentrañó por fin quién mató a Cláudia dos Santos Silva, una niña de 13 años encontrada muerta en 1982 en la Zona Oeste de Río de Janeiro (Brasil). ¿Quién fue el responsable? José de Oliveira, que murió en 2003 sin haber sido nunca investigado. La revelación sólo fue posible gracias a una prueba de ADN realizada con muestras conservadas de la época del crimen.
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El asesinato, marcado por la violencia física y sexual, conmocionó a la ciudad y paralizó a la comunidad, pero quedó sin respuesta durante años. El caso cayó en el olvido oficial, pero nunca fue olvidado por los investigadores y los familiares de la víctima -incluida la madre de Cláudia, que murió sin saber quién acabó con la vida de su hija-.
El punto de inflexión llegó con un proyecto de la Policía Civil que trata de resolver crímenes archivados utilizando tecnología moderna. El material genético de Oliveira ya estaba registrado en un banco nacional desde 2012, gracias a una muestra recogida entre sus familiares. Con la ayuda de la inteligencia artificial, los datos coincidieron y resolvieron el enigma.
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El caso, envuelto en el silencio durante tanto tiempo, ha llegado a su fin gracias a la ciencia. Después de 40 años se ha hecho justicia, aunque demasiado tarde para los implicados. Un recordatorio de que la verdad puede tardar, pero no desaparece.