Luciano Carvalho, maquinista de São Bento do Sul (Santa Catarina, Brasil), vivió hace poco un momento extraordinario. Al no poder permitirse un disfraz para su hija Samira, decidió utilizar lo que tenía a mano: bolsas de plástico del mercado. El resultado fue un disfraz de princesa que entusiasmó a todos.
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La pequeña Samira estudia en un Centro de Educación Infantil y asistió a la fiesta del Día del Niño sintiéndose una auténtica princesa. “Tampoco teníamos dinero, no podíamos permitirnos comprar este disfraz. Así que mi mujer, mi hijastra y yo nos pusimos creativos y lo hicimos con bolsitas”, explica Luciano.
Buscó inspiración en Internet y, con la ayuda de su familia, siguió un proceso paso a paso para confeccionar las prendas. Las bolsas rosas se las proporcionó un mercado del barrio. “Las conseguimos en un mercado que compramos cerca de casa. Nos lo dieron todo de un color, como el Octubre Rosa, así que nos pusimos creativos por eso. Nos pareció interesante porque también le quedaba bien a ella, que es una niña, ¿no?”, explicó.
Cuando llegó a la escuela, la profesora Aline Dias se emocionó al ver a la niña vestida de princesa. “Cuando su padre me la entregó en la puerta, me dijo: ‘profesora, esto es lo que he conseguido hacer’. Contuve mis emociones, porque era muy conmovedor. Luego la llevamos al aula y se sintió como una princesa. Bailó, se balanceó con ese vestido, jugueteó con el lazo que llevaba en la cabeza”, relató.
La profesora compartió una foto de Samira con su hermana, una empleada del mercado que donó las bolsas. La historia se difundió rápidamente y movilizó a todos los empleados del mercado. “Me llamó dos minutos después y me dijo que todo el mundo estaba conmovido y quería saber cómo ayudar a esta familia”, cuenta la profesora.
El revuelo provocó una agradable sorpresa para Luciano y su familia al día siguiente. “Llamaron a mi puerta preguntando si era allí donde vivía la pequeña Samira. Luego me dijeron que los empleados del supermercado se habían organizado, se habían conmovido con la historia y habían preparado algunas cosas para ella”, recordó Marizete, la madre de la niña.
La familia recibió alimentos, ropa, juguetes y, para alegría de Samira, un flamante disfraz de princesa. A pesar de las dificultades económicas, el gesto de Luciano refuerza la fuerza del amor y la creatividad de un padre que se desvive por ver sonreír a su hija. “Fue algo así como una broma que hicimos, no nos dimos cuenta de que iba a haber toda esta sorpresa que nos dio la gente. La verdad es que no tenemos nada que decir, porque hasta ahora sólo han sido sorpresas, ¿no?”, dijo.