La educadora Jeniffer Aparecida Amaral Souza de Oliveira, de 41 años, y el consultor financiero Julio Cesar Soares de Oliveira, de 39, hicieron realidad su sueño de formar una familia cuando adoptaron a cinco hermanos que esperaban un hogar en un centro de acogida. Viviendo en Telêmaco Borba, Paraná (Brasil), la pareja superó años de espera e incertidumbre para encontrar por fin a los niños que tan desesperadamente deseaban.
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“Hay niños que se consideran ‘no adoptables’. Son los discapacitados, los mayores, los adolescentes y los grupos de hermanos. Se quedaron en el refugio esperando y ¡nos esperaron! Estamos seguros de ello porque ellos también rezaron por sus padres, y rezaron para no ser separados”, afirman.
La pareja cuenta que la conexión con los niños fue inmediata, desde el primer contacto. “Casi me muero de la emoción de tanto llorar porque sabía que era Dios quien respondía, y sabía que eran nuestros hijos. Estaba completamente segura de que eran nuestros hijos”, recuerda Jeniffer con emoción.
Se casaron en 2005 y pasaron 17 años intentando quedarse embarazados. Decidieron ponerse a la cola de las adopciones con el objetivo de adoptar dos niños. Pero la historia dio un giro diferente cuando el equipo técnico se puso en contacto con ellos para preguntarles si aceptarían conocer a cinco hermanos.
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La decisión les resultó fácil. “Desde el momento en que decidí adoptar, lo entendí como una filiación real, como una paternidad real, como una familia real. Ya no diferenciaba entre la adopción y la vía biológica. Hay muchos niños esperando en centros de acogida, esperando a su familia… ¡Y es tan bueno encontrar a tu familia! Ahora ni me imagino sin ellos”, dice Jeniffer.
Julio también destaca la emoción y la dimensión de esta elección. “Creo que es mucho más de lo que imaginábamos. El reto era mucho más grande de lo que imaginábamos, y el sueño mucho más grande de lo que imaginábamos”, dice el padre.
Recuerdan su primer encuentro, en febrero de 2023, como un momento inolvidable. “La sensación es indescriptible. Y fue muy bonito, porque interactuamos muy bien desde ese primer contacto. Fue muy bonito. Estábamos tan asustados y nos acogieron tan bien, tan bien, que no nos lo esperábamos”, dicen.
Tras aquel encuentro, las visitas se convirtieron en diarias. “A partir de ese día, les visitamos todos los días. Nos veíamos todos los días, y hasta hoy es todos los días. Este proceso de acercamiento fue muy rápido, duró un mes. Los cuidadores y el equipo técnico se quedaron muy sorprendidos, porque ellos congeniaron muy rápido con nosotros, nosotros con ellos”, cuentan.
Hoy, la familia vive feliz, celebrando la llegada de los niños que han transformado sus vidas. “Ahora no puedo ni imaginarnos sin ellos”, concluye Jeniffer.
