El viernes 7 de marzo, Brad Sigmon, un hombre de 67 años, fue tiroteado en Carolina del Sur, en Estados Unidos. En sus últimas palabras, Sigmon defendió el fin de la pena capital, citando pasajes del Evangelio según San Mateo y afirmando que «en ninguna parte del Nuevo Testamento Dios da al hombre autoridad para matar a otro hombre».
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Sigmon fue condenado a muerte por golpear hasta la muerte con un bate de béisbol a los padres de su ex novia después de que le echaran de una caravana de su propiedad. También secuestró a su ex novia a punta de pistola y le disparó mientras huía, pero falló.
“Mi intención era matarla y luego suicidarme”, dijo Sigmon en una confesión mecanografiada por un detective tras su detención. “Esa fue mi intención todo el tiempo. Si no podía tenerla, no dejaría que nadie más la tuviera. Y sabía que llegaría un punto en el que ya no podría tenerla”.
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Sigmon eligió la muerte a balazos frente a otras opciones que le ofrecía el estado, como la silla eléctrica o la inyección letal. Dijo que consideraba que las otras opciones eran peores y que la muerte por fusilamiento era la más humana.
La ejecución tuvo lugar en una cámara de ejecución, donde Sigmon fue atado a una silla con una diana sobre el corazón y una capucha cubriéndole la cara. Tres voluntarios armados con fusiles dispararon a Sigmon, que fue declarado muerto a las 18:08 hora local.


