Svitlana Poltavska, nacida en Troitske, en la región de Luhansk, conoció de primera mano el verdadero rostro de la ocupación rusa.
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Cuando el ejército de Moscú cruzó la frontera en febrero de 2022, su esposo, un guardia fronterizo ucraniano, fue enviado al frente y cayó en combate en los primeros días de la invasión.
Svitlana quedó atrapada en su hogar con sus dos hijos durante cuatro meses, bajo el dominio de las fuerzas rusas. Lo que vivió en ese tiempo la marcó para siempre.
“Nos decían que debíamos agradecerles. ¿Agradecer qué? ¿Las palizas? ¿Los registros en nuestra casa? ¿El terror diario?”, relata con la voz quebrada.
Para proteger a su hija de tres años y a su hijo de nueve, intentaba apartarlos de las agresiones. “Mi hijo lo escuchaba todo, pero al menos no lo veía”, dice.
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Habiendo experimentado la ocupación, Svitlana no tiene dudas: “En el ejército ruso no hay humanidad, solo una crueldad sin límites”.
Moscú asegura que su invasión buscaba “liberar” el Donbás, pero para ella esa narrativa es absurda.
“Yo soy del Donbás. No vinieron a salvarme. Vinieron a matarme. Si hubiera seguido allí, me habrían asesinado en mi propia casa”.
Svitlana logró escapar en julio de 2022 y, desde entonces, su convicción es firme: Ucrania no puede aceptar un alto el fuego a cualquier costo.
“No hay tregua posible cuando el precio ha sido la vida de nuestros seres queridos. Nunca podremos perdonar eso”.
Decidida a luchar por su país, se alistó en las Fuerzas Armadas de Ucrania. “Si luchamos hoy, nuestros hijos no tendrán que hacerlo mañana”, afirma.
Pero su resistencia también es artística. Participa en “She is Alive: Historias de Amor”, un proyecto que reúne a mujeres ucranianas que han perdido a sus seres queridos, permitiéndoles plasmar su dolor y amor en la pintura.
Svitlana nunca había pintado antes, pero ahora lo hace con una meta clara: honrar la memoria de su esposo. Una de sus obras lo retrata como un ángel guardián, protegiéndola a ella y a sus hijos.
Su historia es solo una entre miles. Miles de viudas, madres y familias ucranianas que han pagado con sangre el precio de la resistencia. Y que hoy, con pinceles y fusiles, siguen luchando por su país.
Vita Kharchuk es una de ellas. Su hijo Vitaliy, soldado del regimiento Azov, murió en Mariúpol en abril de 2022.
“Perdí a mi hijo. Perdí mi futuro”, dice entre lágrimas.
Su cuadro lo retrata junto a sus compañeros, basándose en la última foto que le envió antes de morir.
Olena Sokalska explica que más de 3.000 mujeres esperan unirse al proyecto. “No hay suficientes recursos ni terapeutas. Pero aquí, al menos, pueden sentirse comprendidas”.
Cada cuadro es una historia de amor y pérdida. Cada pincelada es un testimonio del precio de la guerra. Y ninguna de estas mujeres está dispuesta a aceptar la paz a cualquier costo.


