Un “momento de inflexión” para la seguridad continental definió Keir Starmer, primer ministro británico, la reunión diplomática celebrada en el palacete Lancaster House de Londres este domingo 2 de marzo, congregando a los más relevantes líderes europeos, norteamericanos y de Oriente Medio.
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Con el presidente francés Emmanuel Macron a su izquierda y el mandatario ucraniano Volodimir Zelenski a su derecha, Starmer lideró un encuentro que reunió a los principales representantes gubernamentales de la Unión Europea, la OTAN, Turquía y Canadá. El contexto: un escenario geopolítico marcado por la reciente tensión entre Donald Trump y Zelenski, que había dejado en vilo las expectativas de apoyo estadounidense.
La cumbre condensaba la complejidad del momento actual: una Europa decidida a mantener su compromiso con Ucrania, pero consciente de la fragilidad de sus propias capacidades defensivas y de la necesidad de un respaldo transatlántico sólido.
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Fortalecimiento militar: la prioridad ucraniana
El objetivo central quedó claro desde el inicio: colocar a Ucrania en la posición defensiva más sólida posible. Starmer fue categórico al anunciar un paquete de ayuda militar por 1,6 mil millones de libras para la adquisición de más de 5 mil misiles antiaéreos, complementando un préstamo previo de 2,2 mil millones de libras garantizado con fondos rusos congelados.
La visión estratégica trascendía la coyuntura actual. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, definió el objetivo: convertir a Ucrania en un “puercoespín de acero indigesto para potenciales agresores”. Olaf Scholz, canciller alemán, fue más allá, enfatizando la necesidad de mantener un ejército robusto “mucho más allá del potencial económico del país”.
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Una coalición internacional
La propuesta tomaba forma de una “coalición de los dispuestos”, un modelo diplomático que busca comprometer a múltiples países más allá del ámbito europeo. Reino Unido y Francia ya manifestaron disposición para enviar tropas que garanticen un eventual acuerdo de paz, con la condición de que los propios ucranianos participen en las negociaciones.
La sombra de Estados Unidos
Sin embargo, un elemento resultaba indiscutible: ninguna estrategia será viable sin el respaldo estadounidense. Starmer fue directo al señalar que, aunque Europa debe asumir la mayor responsabilidad, el éxito dependerá del apoyo de Washington.
La idea de un “respaldo” – una potencial intervención estadounidense en caso de emergencia – flotaba en el ambiente. Trump aún no se ha pronunciado, generando una incertidumbre que atraviesa todo el escenario geopolítico actual.
Rearmamento europeo: el debate interno
La cumbre también expuso las discusiones internas europeas sobre su propia capacidad defensiva. Von der Leyen adelantó que presentará en la próxima cumbre de la UE un plan de rearmamento, valorado en 500 mil millones de euros para la próxima década.
La propuesta no está exenta de controversias. Scholz advirtió sobre los “desafíos significativos” que representará para los presupuestos nacionales, mientras se debate la flexibilización de las reglas de endeudamiento para financiar gastos militares.
Conclusión: un momento histórico
Starmer resumió el espíritu del encuentro con una frase contundente: “No es momento de más palabras. Es hora de actuar, de liderar y unirnos en torno a un plan para una paz justa y duradera”.
La cumbre de Londres marcó un punto de inflexión. Europa se enfrenta a su propia encrucijada histórica, consciente de que sus decisiones en los próximos meses definirán no solo el futuro de Ucrania, sino el equilibrio geopolítico global.